sábado, 13 de julio de 2013

El derecho a la no Huelga, y otros desastres

La defensa de los intereses

Es curiosa la doble moralidad y doble sentido implantado 
actualmente en la sociedad española por los distintos medios propagandísticos  y sus portavoces. La crisis económica ha acrecentado el conflicto social, o de intereses. No solo lo ha acrecentado, sino que ha desmascarado la fuerza e unión con la que presionan los distintos grupos de presión, y también ha terminado de caer el telón que cubría las prioridades del Gobierno, en relación  a los grupos que le interesa y cuáles no.  Cuáles tienen la capacidad de organizarse y cuáles no, dónde existe conciencia de clase y dónde la misma fue evaporizada por el calor de la burbuja.

Empecemos por el principio. Cualquier institución, empresa
o incluso persona está rodeada por un entorno, por simplificar nos quedaremos con el caso de una institución. Partamos de que la institución influye al entorno, a la vez, que el entorno influye a la institución. Siendo el entorno que nos interesa hoy la sociedad en general, hay grupos de presión que determinan las decisiones de la institución presionándolas  para que tomen las medidas oportunas a su favor. Los distintos grupos de presión que influyen a la Institución suelen tener intereses contrapuestos. Por tanto, el grupo que presione más se beneficiara, y el que menos presione perderá, y así afectan las instituciones a la sociedad y los distintos grupos por el cual está conformada. Dichos grupos se representan en clases sociales, además de los lobbies empresariales. De ahí la importancia de la presión social sobre las instituciones, o sobre el Gobierno.

El Derecho a la no huelga



La crisis pone muchas cosas en evidencia, la cual es tal que es imposible de ignorar. Aquellos y aquellas que defendemos la movilización, la huelga, entre otras cosas, como método de presión de la clase social a la que pertenecemos nos encontramos contra un argumento, que cae sobre nuestras cabezas como un cubo de agua helada, diseñado por los liberales de la derecha denominado “derecho a no hacer huelga”.  Claro, el “derecho a no hacer huelga” ¡es un derecho! ¿Quién se enfrenta a él? Un derecho ficticio que parte de la sociedad ha decidido ahora adjudicarse para observar cómodamente como se destruyen sus derechos reales tales como tener un trabajo digno, educación de calidad pública y gratuita, sanidad de calidad pública y gratuita, entre otros, que se podría resumir en el derecho a vivir una vida digna. Renuncian al derecho a vivir una vida digna a cambio del “derecho a no hacer huelga”, si no renuncia a dicho derecho una persona en si misma si lo renuncia para el resto de la sociedad. Es decir, existen aquellas personas que pueden permitirse, por ejemplo, la privatización de la sanidad, y por tanto no luchan por la sanidad pública, universal y de calidad, es más puede que incluso que luchen a favor de su privatización, no les interesa pagar vía impuestos algo que no necesitan. Dichas personas renuncian al derecho de vida digna del resto de sus conciudadanos y conciudadanas, generaciones futuras (que pueden ser las suyas mismas) y de ellas mismas ante el evento que les pueda llevar a vivir en un futuro una situación económica completamente distinta (menos favorable, en la cual no pueden permitirse la sanidad privada). Luego están aquellas personas que sería lógico que defiendan el derecho a una vida digna, pertenecen a un grupo más vulnerable que el anterior, la clase baja y media, la inmensa mayoría. Dicho sector se esperaría que presionase a favor de sus intereses, tal como hacen con mucho ahincó otros segmentos de la  sociedad, es decir, la otra clase.  Y es precisamente este sector social el cuál parte, una parte importante, se ha adjudicado el derecho de no hacer nada, no hacer nada como grupo de presión. Y no solo ello.

Uno en la facultad escucha muchas cosas, entre ellas la magnífica afirmación  “yo tengo derecho ir a clase”. En un contexto de huelga educativa inminente esta frase, con ingenuidad, llevaría a pensar que el apoyo a la huelga sería coherente por la persona que la efectuó, querrá seguir yendo a clase. Pero no, a pesar de los recortes que sufre la Universidad, que disminuye la calidad de la enseñanza y las oportunidades que sea capaz de ofrecer dicha institución al estudiantado, a pesar de la subida de las tasas, lo más de 1300 estudiantes expulsados de la Universidad de Málaga (ó la caída en 21.000 en matriculaciones en este curso 2012/2013*), dicha afirmación viene acompañada por un no apoyo a la huelga. Parece ser que tampoco importa que las carreras vayan a ser de 3 años, haciendo prácticamente obligatorio un máster de 2 años que como mínimo sale entre el doble y el triple. Es decir uno deduce que el/la individuo/a le gusta ir a clase hoy pero no mañana, no le importan las medidas que tomo el Gobierno ni las que puede llegar a tomar en breves que pondrán aun más en peligro su derecho de ir a clase o que el goce de dicho derecho le cueste más a cambio de una calidad menor.
Los derechos implican obligaciones, o deberes si lo prefieren.  Hasta ahí con el derecho a no hacer huelga,  pero antes me pregunto ¿Qué obligación conlleva el no hacer huelga? Y tengamos en cuenta que los derechos son colectivos, al igual que los deberes, excepto para el Rey. 

Por tanto, evitemos en el futuro en escudarnos en el derecho a la no huelga, si está a favor de la privatización de la Universidad, dígalo y no participe. Al igual que si está a favor de la privatización de la Sanidad, a favor de la Reforma Laboral, etc. Naturalmente, existen quienes no hacen Huelga porque no tienen otra opción, o trabajan o pierden el trabajo, aquellos lamentablemente están al servicio de empresas que aun piensan que están en el siglo XIX o que piensan que están en países no democráticos que no tienen reconocido el derecho a la huelga. Tal por el camino que vamos dentro poco escucharemos “la empresa está ejerciendo su derecho a que los/las trabajadores/as no hagan huelga”.


Ni en el individualismo se renuncia a los intereses propios

No obstante, el súmmum lo encontramos en nuestra comunidad entre aquellos y aquellas que no solo deciden no luchar por sus intereses, sino que deciden luchar por los intereses de la clase contraria. El colmo de los intereses contrapuestos. Ahí vemos el punto hasta el cual llego el lavado de cabeza impulsado por el neoliberalismo mediático. Es decir, hemos llegado al punto en el que un estudiante apoye las subidas de las tasas, una ciudadana de clase baja o media la privatización de la sanidad, un jubilado la bajada de su jubilación (admito que este caso aun no me lo he cruzado, pero si trabajadores que defiendan el atraso de la jubilación y la disminución de la misma). El neoliberalismo mediático ha conseguido que se defiendan los intereses de los bancos a capa y espada, o de alguna empresa multinacional (ni siquiera nacional), cuando claramente dichos intereses son perjudiciales para la persona en cuestión.  Es completamente plausible, por poner un ejemplo, que mañana en Paraguay se expropie una fábrica de Coca – Cola y la indignación social en España, alimentada por los medios, sea mayor que la que hubo por la subida de las tasas (claro que no veremos manifestaciones, pero en conversaciones de bar o pasillos si lo notaremos defendiendo los derechos de Coca - Cola). Es mayor la indignación que pueda llegar a provocar que un equipo de futbol quede fuera de un torneo por defraudar a Hacienda que la que provoca la misma defraudación por el mismo, despierta más interés lo “barato” o “caro” que sale un jugador de futbol en cuestión que la devaluación de los salarios de los funcionarios en un 25%, en Andalucía, desde que empezó la crisis económica.

Estamos llegando al punto en el que el individualismo, entendido como la lucha por los intereses de uno, la búsqueda de beneficios de forma individual como la mejor forma de vida, una falacia increíble, no se está aplicando más a cambio de una increíble solidaridad materializada en la defensa de los intereses de la clase privilegiada.  

Finalmente está la incoherencia hallada entre los militantes dogmaticos convencidos de los grandes partidos. Y el mejor caso lo encontramos en relación a la subida del IVA. Es sabido los bruscos cambios de opinión de ambos partidos en relación a este tema, a favor mientras estaban en el poder, en contra al ocupar la oposición. Entiendo este comportamiento aparentemente errático de la cúpula de ambos partidos, pero no, sin embargo, la facilidad sus seguidores en copiarlo y de repetir las mismas excusas “Europa obliga”, “la herencia recibida”, “Europa obliga otra vez”, “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”…  Fanatismo u estupidez, o ambas cosas, falta de análisis y juicio crítico, lavado de cabeza… La pobre argumentación  a favor de su partido señalando los problemas del partido contrario, que da a entender que su partido es el mal menor.

Y así bajo este desorden nos enfrentamos a una de las mayores crisis económicas de la historia, la cual se saldara con la derrota de la mayoría por parte de la minoría, con un incremento de la desigualdad, problemas económicos y sociales que pondrán a la sociedad en general en una posición mucho más vulnerable a la actual cuando se materialice la próxima crisis económica. Así será dado el camino que estamos tomando. Y así hasta el punto en el que no queden más derechos por defender.


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